La industria de vestuario y textiles de América Central ha sido un eje importante de las economías de la región por los últimos 30 años. Cada uno de los países ha desarrollado especialidades con las cuales, como región, cuentan con una participación de alrededor del 11% del mercado de Estados Unidos.
En este período de tiempo, la industria de vestuario ha evolucionado considerablemente, hasta ser una industria dinámica y flexible que agrega valor a cada una de las prendas que fabrica.
Guatemala fabrica las prendas con el mayor alto valor agregado de la región, el 54.42% del total del vestuario cuenta con valor agregado.
Esto se debe a la calidad y complejidad de las prendas así como sus acabados.
El desarrollo y detalle en la confección de prendas ha permitido la evolución de una industria de “maquila” a una industria de empresas de confección, que trabajan desde la materia prima hasta la prenda terminada con su respectivo empaque y embalaje, lista para ser entregada.
Esta industria inició como un centro de costura, en el que los compradores enviaban tela cortada, que era cosida en países como Guatemala y exportada a Estados Unidos.
Rápidamente se evolucionó para poder hacer cortes, elaboración de telas e hilos, acabados y serigrafía y convertirse en centros de “paquete completo”. Esto quiere decir que las fábricas tienen la capacidad de atender todas las necesidades de “sourcing” (colocación de órdenes de prendas de vestir) de los grandes compradores en un mismo lugar, llevando a cabo incluso diseños o modificaciones básicas a las prendas.
Una región con evolución
Esta evolución permite relaciones fluidas con los clientes y una rapidez de atención al mercado de vestuario más grande del mundo, Estados Unidos. Esto combinado con la flexibilidad de atender distintos tamaños de órdenes, hace que Centroamérica sea una región de mucho potencial.
Las tendencias de los últimos años indican que los grandes compradores están buscando cadenas de valor más equilibradas, no tan concentradas en Asia y un poco más cercanas a los destinos finales. Esta cercanía, además de permitir agilidad, reduce la huella de carbono que el transporte implica para las prendas. Además, desde hace varios años las empresas han trabajado en reducir la cantidad de inventario, incrementando su rotación por lo que la respuesta rápida y la velocidad del transporte juegan un rol crucial.